Estos días, del 21 al 30 de noviembre estoy trabajando con un grupo de actores, llevo la parte de “cuerpo y voz” en el curso que imparte Carmelo Gómez en un taller especifico de investigación e interpretación sobra la obra de Federico García Lorca en Barcelona con la productora Carreteras Secundarias Teatro.
Cada día a primera hora de la mañana hacemos un trabajo de calentamiento general del cuerpo, seguidos de unos ejercicios individualizados según la morfología del esqueleto del actor y además ofrezco de forma teórica y práctica puntos de reflexión que dan pie a la auto observación de la mecánica y el uso del cuerpo en las actividades de la vida diaria preguntándose así si lo que se hace en clase y en los entrenamientos se sostiene o no en el resto del día.
Los ejercicios de entrenamiento y las puestas en escena van orientados a aumentar la escucha y manifestar lo que se siente de forma más visceral; ya sea por vectores de movimiento, por impulsos o por la escucha.
Normalmente estar conectado con las emociones que nos trasmiten el texto y/o el compañero cuesta. ¿Por qué?. Pulir la escena consiste en darle más verdad y coherencia. Aunque…¿Esta coherencia y escucha que queremos en los ensayos la desarrollamos en el día a día?. El trabajo de estar presente haciendo teatro, ¿es distinto de una escucha de la vida diaria? Entonces nuestro entrenamiento actoral se da la espalda con la desconexión física y emocional interna que se vive en el día a día y de la que no prestamos suficiente atención.
Para poder mostrar éste trabajo en escena es básico haberse familiarizado con él en la vida diaria. Tomándose un tiempo, que cada vez sea mayor, para la escucha de cada uno. El preguntarse tantas veces como sea posible el ¿Cómo estoy? Y sin juzgar, escuchar. Escuchar las emociones que surgen de mi, las tensiones de mis músculos, el cómo respiro y cómo piso.
Esta conexión me hará estar presente con la escucha y es el momento en el que se puede contestar con las vísceras, donde está el impulso y nuestra parte más emocional; conociendo al cuerpo y sus señales, y siendo coherente con el trabajo físico que se hace dentro y fuera del entrenamiento teatral.
Este trabajo se sigue dando patadas con la incongruencia de querer encontrar todo esto con unos ejercicios previos (saltar, respirar, tocarse, gritar, correr, equilibrarse, meditar, etc.) que incitan a una conexión interna para poder darlo todo en los ensayos y escenas cuando el resto del tiempo en el que vivo hago cosas tanto físicas como mentales que me alejan profundamente de este estado.
Pongo solo unos ejemplos para concretar: abrir el pecho, ventilar, sentir la respiración y la expansión, el contacto con el suelo y el peso. Mientras cuando estoy tumbado en el sofá o durmiendo en la cama no respeto esa obertura pectoral colocándome de cualquier forma porque ni tan siquiera me he parado a pensar cómo estoy.
¿Somos conscientes de en qué momentos de nuestro día a día tensamos el cuerpo, la voz, restringimos la respiración, o nos permitimos esfuerzos innecesarios? Acumulamos “momentos” en los que no se atiende a la demanda que está generando el cuerpo y se va a contracorriente de forma no fisiológica en la mayoría de las situaciones. No hay respeto por la forma y la manera de organizarse corporalmente en la mayoría de nuestras acciones.
El actor prima una puesta en escena en la que se respire ritmo, verdad, emoción pura, sentido y conexión. Y esto se trabaja con las emociones, escuchándolas, (también llamados impulsos), el vocablo utilizado no importa, lo que sí importa es entender y saber de dónde procede dicho arranque. ¿De dónde? Del cuerpo, y en concreto del vientre, del sentir, de las entrañas, del escuchar.
Esa escucha que se le reclama al actor que está conectado y en presencia del compañero y del texto, no pasa por una escucha únicamente auditiva, sino que pasa por una escucha interna.
Por lo tanto, si esto se pide en escena, en los ensayos y va dirigido nuestro trabajo a activarla, me parece una incongruencia pretender saber hacer esto cuando se está en el escenario y no en la vida diaria ya que nos va a resultar más costoso conectar con esa verdad (física y emocional) sólo cuando estamos ensayando.
Las disfonías de la voz y los dolores musculares en la gran mayoría de actores que trato diariamente es una clara señal de que algo no se está haciendo en la dirección adecuada.
La coherencia en el trabajo del actor que propongo es clara. El trabajo físico del actor, ha de pasar por un trabajo individual de reconocimiento y autoevaluación de uno mismo, de escucha del cómo estoy. Con ejercicios posturales y de conexión interna que lleven a adentrarse en las sensaciones corporales para vivir el día a día que nos lleve a conectar con las vísceras y lo primitivo: el instinto.
Si a este trabajo le unimos la parte escénica en el estudio del texto, entonces sí salen los impulsos, la coherencia, la fluidez, la escucha del compañero, el ritmo y las pausas.
El objetivo es no lesionarse y que el trabajo que ya se realiza con esfuerzo en los ensayos tenga una coherencia en la misma línea de funcionamiento que se pueda ir poco a poco acumulando para hacernos cada día conectar más rápidamente con nuestras emociones y acciones físicas.
Saber escucharse y enamorarse del autoconocimiento, en un estado de sorpresa y de querer sorprenderse, sin suponer “esto ya lo sé”, ya que con esto no podemos crecer.
Os propongo experimentarlo. Conocer los ejercicios corporales y de escucha que desarrollo en mi consulta en forma de curso grupal. Por eso os ofrezco dos fechas con dos espacios distintos. Madrid y Barcelona serán los escenarios.
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Del 10 al 16 de julio en Barcelona, de forma intensiva. A escoger entre mañana solo (trabajo grupal) o mañana y tarde (las sesiones por la tarde serán individualizadas o en grupos de dos personas, con trabajo de interpretación y terapéutico- consultar precios y condiciones).
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Ana Velázquez 
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